El único objetivo es ir cambiando leyes para garantizar la continuidad del preboste actual por los siglos de los siglos amén y a costa de lo que haga falta. El deterioro democrático está caliente y servido.
J. L. Vidal Coy
02·01·22
Repasando el segundo año de la pandemia, todo parece haber seguido igual: la culpa de todo lo malo es del Gobierno socialcomunista de Sánchez y eso sirve de permanente justificación de la inoperancia e incompetencia del Ejecutivo de López Miras.
Así acaba de remarcar la consejera Valle Miguélez, explicando que Murcia ha tenido que devolver 85 millones del Fondo de Solvencia de Empresas enviados desde Madrid porque «no se han podido ejecutar» por la complejidad de los requisitos para su reparto a empresarios, cooperativas y autónomos. Lo cual no deja de ser un panegírico chusco a la competencia de los gestores autonómicos.
Y es muy coherente con el hecho de que desde San Esteban aún no se ha explicado qué destino tuvieron los 352 millones de euros del fondo Covid y otros cien adicionales del de Recuperación recibidos para que la Sanidad pública murciana actuara contra la pandemia.
A pesar de esa cantinela monocorde repetida hasta la saciedad cuando no gobierna el PP en el Estado hay un hecho descollante que marcará el 2021. Fácil de adivinar: la torpe moción de censura de PSRM y Cs sin tener todas las teclas bien tocadas, que derivó en la exaltación a los altares políticos del transfuguismo poliédrico en el que la consejera más arriba mencionada tiene papel protagonista. Así López Miras se aseguró su continuidad en esta y en sucesivas legislaturas gracias al concurso de Miguélez y sus corifeos (Álvarez, Castillo y Franco) más los expulsados de Vox fieles a la idea del partido ultra pero no al arqueo de su caja registradora.
Así que la ingenuidad o torpeza de Conesa y Martínez Vidal (y la de quienes los dirigieron) hará que, si nos rigiéramos por el calendario chino, el recién acabado fuera el año del Tránsfuga, el del Cambalache… o el de las Ratas, puesto que tal año en singular duró justo hasta un mes antes de la famosa moción de censura que volvió a colocar a la Región en el número uno de la irrisión estatal, desplazando una vez más a Lepe.
Con la moción de censura de marzo comenzó el Año del Buey, y no es alusión personal. Cuando se cumpla el aniversario de la jugarreta de Álvarez, Castillo, Franco y Miguélez empezará el del Tigre y sabe dios nuestro señor qué nos tendrá reservado tan salvaje emblema en un territorio cada vez más irredento y más digno de la atención de atónitos politólogos.
Porque el retruque de la moción de censura ha sido múltiple: Conesa al limbo, Martínez Vidal al purgatorio, López Miras al cielo y los siete tránsfugas, siete (cuatro de Ciudadanos y tres de Vox), catapultados a las nubes, aposentados en cómodas soldadas hasta 2023, con voz y voto en asuntos de los que poco o nada aparentan saber. Ejemplos palmarios, la señorona Campuzano en Educación y Cultura, o la ínclita Miguélez en Empresa, Empleo y Portavocía. Aunque de esto último parece ser que sí ejerce.
Las incógnitas más entretenidas para este año serán sobre qué tipos de maniobras y añagazas, partiendo de la sumisión a ultranza al lorquino todopoderoso, intentarán ejecutar aquellos siete magníficos para garantizarse un puesto con sueldo, claro, más allá de la convocatoria electoral de 2023.
Sería muy divertido de contemplar, si no fuera porque esto no es un juego y quienes ponen sus intereses personales por encima de cualquier otra cosa, como se vio en marzo, no deberían ser decisorios en una región que sigue a la cola de cualquier índice socioeconómico que se mire mientras parece que el único objetivo es ir cambiando leyes para garantizar la continuidad del preboste actual por los siglos de los siglos amén y a costa de lo que haga falta. El deterioro democrático está caliente y servido.