J.L. Vidal Coy
Suerte han tenido los protagonistas de la (pen)última algarada agraria en Lorca de que haya coincidido con el aniversario de la quema de la Asamblea presidida por el pregonero tránsfuga mayor. Los ríos de tinta vertidos por semejante efémeride han ahogado mediáticamente esa cencerrada protagonizada por prohombres regionales del campo, convenientemente reunidos previamente con los señoritos populares y los guardias ultras de corps como punta de lanza.
Si se repasa la historia de la CARM, se ve que esta de Lorca es la última de la larga serie de salidas de pata de banco protagonizadas por algunos allegados a las organizaciones agroindustriales, en las que hay que incluir a ganaderos de todo pelaje y labriegos de variopinta condición.
Parece que nadie se acuerda de que en junio de 2004 hubo un intento frustrado de agresión o, cuanto menos, una intimidación agresiva al presidente de la CHS, Fuentes Zorita, que tuvo que encerrarse en su despacho ante la irrupción en la sede de la plaza Fontes de decenas de manifestantes del ‘Agua para Todos’, acompañados hasta la puerta por los concejales del PP Fulgencio Cervantes, Maruja Pelegrín y la hermanísima Isabel.
Al año siguiente, en abril, otros energúmenos intentaron agredir a Cristina Narbona al salir de una conferencia en la CAM, muy cerca de la CHS. En este otro violento alboroto se llevó un palo en la cabeza el jefe de gabinete de la ministra. Episodios tan democráticos y respetuosos con las instituciones ocurrieron, dizque por casualidad, en los aledaños de la sede del SCRATS, contiguo a la CHS y cercanísimo al lugar de la conferencia. Meras coincidencias.
Los incidentes graves de los que no parece guardarse memoria continuaron con estropicios similares, como las sucesivas tractoradas protagonizadas por quienes disponen de tales vehículos fácilmente identificables y que se sabe perfectamente quienes son. El más notorio, hace cinco años: cientos de tractores colapsaron durante casi treinta horas el centro de Murcia con esos tremendos cacharros montados por individuos que sabían perfectamente lo que hacían y cómo lo hacían. Sorprendentemente, tuvieron de semi engañados compañeros de viaje a unas cuantas organizaciones de defensa del Mar Menor. Pero los tractores los llevaban quienes los llevaban.
El prolongadísimo bloqueo ilegal de las calles capitalinas no fue motivo para que alguien tomara cartas en el asunto. Fue el día posterior del anuncio de dimisión de Pedro Antonio Sánchez y la designación de López Miras. Curioso: pocos meses después, el nuevo delegado del Gobierno, Paco Bernabé, empezó a restaurar a garrotazos el orden establecido en las vías sin soterramiento.
Desde entonces, se han reproducido tractoradas con el único propósito de alterar la vida ciudadana y, de paso como el Pisuerga, clamar por reivindicaciones múltiples relacionadas con la agricultura y la ganadería. Demostraciones de fuerza, en suma, que no dejan de ser un aviso a navegantes que gobiernan y una manera de poner precio más o menos elevado al apoyo electoral.
Antes solo había un partido a la derecha del centro, el Popular. Quienes aprovechaban manifestaciones por el agro para exhibirse violentamente cuando la representación derechista era única siguen haciéndolo ahora, cobijados, además de por la gaviota, bajo una bandera verde que no tiene nada que ver con el ecologismo. Cuando la ‘derechita cobarde’ estaba sola las algaradas de sus elementos supuestamente incontrolados se producían a discreción. Ahora que hay presencia importante de la derechona valiente en las instituciones, una y otra compiten por alzarse con el preciado título de macho alfa político de la agroganadería. El resultado es la pugna que se va viendo y que vuelve a superar el límite entre legalidad y delincuencia. La culpa, ya sabemos, es de Garzón, de Sánchez… y también de Zapatero, por supuesto.