J. L. Vidal Coy
16·10·22
Lo primero a aclarar es si el estribillo proferido por un grupo musical en la fiesta de Vox era pregunta retórica, afirmación o acusación. Los autores de la estupidez y sus patrones políticos ultraverdes explicaron que era la expresión de un temor ante el destino al que nos conduce el Gobierno socialcomunista actual y sus aliados separatistas. Es decir, acusación. No obstante, sonó más como afirmación que desvirtuaba el posible sentido meramente retórico.
La respuesta a la preguntita es obviamente ‘no’. Hay que llevar gafas de pana para asimilar ilusoriamente el tiempo actual con el de hace poco menos de un siglo. De ilusión también se vive, reza el dicho. Pero cuando los delirios se convierten en discursos políticos los disparates llegan al paroxismo. Que puede incluir cosas peores.
Sea cual sea la excusa para diluir el efecto del exabrupto musical, desde hace algún tiempo el catastrofismo de muchos análisis de las derechas intenta difundir y dejar el poso de que el país va cayendo irremisiblemente en un ambiente similar al que, según ellos, hizo inevitable el golpe militar del 18 de julio, cuyo fracaso provocó la Guerra Civil. Cualquier medida o intento de aplicación de la ley de Memoria Democrática es atacada desde los sectores más extremos como otro paso en el desbroce de la senda que lleva al enfrentamiento civil, por ejemplo.
Son esas interpretaciones extremas no totalmente compartidas en la derecha cosa no solo de niñatos desinformados sino también de ultras nostálgicos para los que cualquier pasado fue mejor, sobre todo si se trata de los cuarenta años de dictadura franquista. Amplían sus falacias inventándose un pasado glorioso de nación reconquistadora del solar patrio usurpado por los moros musulmanes durante siglos, intentando tirar Al Andalus a la basura. De ahí a encontrar otra forma de apropiación indebida en quienes migran desde el Sur a Europa no hay más que un paso que, de hecho, se da.
Se oye también que es casi mejor tomarlo a broma y a chanza por las propias características de semejantes discursos torticeramente desenfocados. Eso podría servir para el caso de las barbaridades proferidas por ese grupo de ejemplares estudiantes universitarios alojados en colegio mayor caro contra sus vecinas de enfrente. Aunque algunas justificaciones que dieron ellas refiriéndose a ‘la tradición’ hablan por sí mismas del nivel intelectual de esa peña y del reaccionarismo a ultranza según el cual absolutamente toda tradición debe ser venerada y mantenida. Como si la especie humana no hubiera evolucionado hacia el progreso social y económico dejando atrás atavismos y lastres ideológico-culturales bien pesados y sangrientos.
Determinadas y supuestas ‘bromitas’ no se pueden tomar a la ligera pues esconden pensamientos aviesamente retrógrados y de imposición. Ejemplo palmario fue la fiesta de Vox donde los mensajes excluyentes e, incluso, anticonstitucionales fueron claros. La referencia en forma de estribillo ‘al 36’ podría ser entendida hasta como apología del golpismo. Y no es nada gracioso. Llama así la atención la amabilidad con que algunos tratan a los extremoderechistas, dorándoles la píldora por si acaso han de contar con ellos para gobernar, como ya cuentan abiertamente en Castilla y León y vienen contando en Murcia desde hace año y medio. La primera comunidad ya ha deparado algunos episodios más que chuscos del vicepresidente autonómico de Vox.
En la ‘nuestra’, la colaboración entre el partido gobernante con oportunistas de todo tipo y pelaje cuya berrea intelectual continua apuntala su poder ha devenido en la actual cencerrada parlamentaria con un desenlace, de momento, incierto e ignoto. Se lo debemos al nerviosismo anti-Olona de Abascal. Pero también a la irresponsabilidad de quienes dirigen el PP regional y sus tránsfugas colaboradores. No está el horno para bollos ni bromas. Ni tampoco retórica. Ni para estúpidas cancioncillas golpistas sobre ‘el 36’: no fue pregunta, sino afirmación.