Niegan esos portavoces de tendencias xenófobas la realidad europea: el Viejo Continente es ya multirracial, multicultural y multirreligioso, como hace décadas que se observa en países que albergan poblaciones descendientes de migrantes de tercera, cuarta o quinta generación.
J. L. Vidal Coy
@VidalCoy
06·03·22
Refugiados ucranianos en un tren, en la ciudad de Kramatorsk. DPA vía Europa Press
Cuando la agresión rusa contra Ucrania deje de ser primera noticia en los medios, los refugiados seguirán ahí. Igual que se han mantenido los de otros conflictos olvidados poco a poco con el tiempo: Afganistán, Sudán del Sur, rohinyás de Myanmar, Siria, Palestina… Pero la invasión de Ucrania tiene unas características muy específicas, como la tiene el tremendo flujo migratorio que ha causado.
La más llamativa de ellas es la casi unánime solidaridad que ha despertado en toda Europa, dispuesta a paliar en la medida de lo posible la tragedia del éxodo ucraniano, que puede llegar a ser de siete millones de personas según la estimación del comisario europeo de Gestión de Crisis, Janez Lenarič, en un país 44 millones de habitantes y que en 2010 tenía casi seis millones de emigrantes, la mitad en Rusia. El ‘casi’ lo ha puesto la extrema derecha, esa misma que simpatizaba hasta hace apenas días con Vladímir Putin.
Incluso el centrista primer ministro búlgaro, Kiril Petkov, fue el primero en sacar los pies del tiesto, a principios de semana. Introdujo la diferenciación entre los refugiados ucranianos (’personas europeas’, ‘inteligentes y educadas’) y «la oleada de refugiados a la que estábamos acostumbrados», «personas con pasados oscuros, que podrían haber sido terroristas».
La idea caló pronto. El miércoles, en el Congreso, Santiago Abascal distinguió también entre los ucranianos que «deben ser acogidos en Europa» y las «invasiones de jóvenes varones en edad militar y de origen musulmán (sic) que se han lanzado contra distintas fronteras de Europa en un intento de desestabilizarla y de colonizarla».
Ahí está ya en la liberal Europa el caldo de cultivo para el nuevo planteamiento de xenofobia renovada contra los migrantes y refugiados subsaharianos, árabes u orientales en general, frente a los brazos abiertos con que son recibidos justamente los ucranianos cristianos y blancos, huidos de la barbarie de Putin. De hecho, ya ha habido denuncias de discriminación de migrantes negros en la propia Ucrania, postergados frente a los ciudadanos nacionales a la hora de subir a los trenes de huida hacia la frontera polaca, como han denunciado medios europeos.
Ahí está ya también el nuevo peligro que recorre Europa, tal que aquel fantasma de Marx y Engels: la distinción interesada y racista entre unos migrantes o refugiados y otros de otra ‘procedencia’, sean huidos unos u otros por motivos económicos o de persecución militar o política. Olvidan de esta forma los patrocinadores de esa ‘inmigración buena’ frente a la ‘mala’ que la Declaración de Derechos Humanos también se llama Universal: es para todos y en todas partes.
Lo peor es que se ha puesto en marcha la tergiversación factual discriminatoria de la que ni siquiera los huidos ucranianos serán beneficiarios: el mismo paternalismo con que son acogidos en base a su ‘origen’ será utilizado más adelante para empujarlos al camino de vuelta, independientemente de a qué se puedan enfrentar tras su regreso.
Niegan así esos portavoces de tendencias xenófobas la realidad europea: les guste o no, el Viejo Continente es ya multirracial, multicultural y multirreligioso, como hace décadas que se observa en países que albergan poblaciones de tercera, cuarta o quinta generación cuyos antepasados viajaron a la ex metrópoli colonial en busca de mejor vida: Francia, Reino Unido, Países Bajos…
Y aquella tergiversación será sin lugar a dudas utilizada para iniciar, si es que no ha empezado ya, una nueva ofensiva persecutoria para expulsar a árabes, subsaharianos, etcétera para sustituir esos ‘peligrosos’ migrantes ‘ilegales’ por los ucranianos europeos que tuvieron la suerte de nacer cristianos y la mala sombra de que les cayera la violencia putinista encima. Hasta que los consideren útiles. Entonces, intentarán echarlos a patadas como pretenden hacer ahora con los de ‘origen musulmán’, esos que ‘podrían haber sido terroristas’. Al tiempo.